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lunes, 11 de abril de 2011

Concurso: #1 Relato ~Mía~ Por: Dulce Cautiva

Primero tengo que darle las gracias a todos los que participaran y los que faltan :D y aquí les dejo el primer relato que me llegó.


Aviso: Para Mayores de 18 Años o gente con mentalidad abierta. El contenido tiene escenas subiditas de tono y un lenguaje coloquial. Así que si crees que el relato pervertirá tu mente, por favor no continuar, no me hago responsable de los reclamos del lector.


Ahora si, luego de ese aviso aquí les dejo:

Relato: ~Mía~ Por: Dulce Cautiva



"Mis padres me van a matar", pensó Andrea, mientras apresuraba el paso por aquellas angostas calles solitarias. Les había dicho que no hacía falta que fueran a recogerla a la casa de su amiga Melanie, que ella se encargaría de llevarla de regreso. Era una de las tantas mentiras que les decía, la verdad era que no había quedado con ella para estudiar, como sus padres pensaban; no, lo cierto era que había ido a ver a su novio, ya que esa noche sus padres no iban a estar en casa. Tanto sus padres, como los de su chico, no aprobaban la relación que ambos tenían, les consideraban muy jóvenes todavía y además, Tom era de una clase social adinerada y ella, en cambio, pertenecía a una familia humilde de siete hermanos. Ella era la menor de todos ellos, con tan solo dieciséis añitos. Pero para ella y para Tom, eso no importaba, se querían y nada los iban a separar. Tom, al enterarse que esa noche sus padres iban a salir a cenar afuera para celebrar el ascenso en la empresa de su padre, le propuso quedar en su casa para ver una película. "¡Ja!, ¡y una mierda!, ¡quería hacer de todo menos ver una película el muy bastardo!", pensó con rabia Andrea mientras continuaba avanzando por aquél silencioso y lóbrego barrio. Recordó con rabia como Tom había intentado sobre pasarse con ella, sólo llevaban saliendo unos tres meses y el chico ¡quería desvirgarla!. Cuando ella se negó de buena manera, diciendo que aún no estaba preparada y todo eso, el muy mal nacido, le dijo que ya no quería seguir siendo su novio, que era hora de romper su relación. Y ahora allí estaba ella, sola, sollozando y llegando tarde a casa para variar. Se suponía que él la iba a llevar de vuelta, cuando acabaran con la película y ahora, después de la discusión, se lavó las manos y la dejó sola, a su suerte. -¡Que le jodan! -gritó con rabia a la nada. Tenía que haber hecho caso a sus padres y nada de esto le hubiera pasado. Y ahora le tocaría lidiar con ellos. Miró el reloj y comprobó que ya eran casi las doce de la noche y todavía le quedaba un largo camino. Decidió salirse de la calle principal y tomar un pequeño atajo para llegar antes, así que giró en la siguiente esquina y se adentró por un callejón apenas iluminado. No llevaba ni medio recorrido andado, cuando sintió unos pasos que avanzaban hacia ella desde atrás. Llevaba rato notando la presencia de alguien, cómo si la estuviesen acechando y ahora podía oír las botas de quien fuese, resonando contra el sucio asfalto, cada vez más cerca. Miró por encima de su hombro y vio la silueta oscura de un hombre corpulento que la seguía a poca distancia. No sabía si simplemente era casualidad y habían coincidido en la misma calle, o realmente la estaba siguiendo. No quiso saber la respuesta, así que por si acaso, apresuró más todavía el paso. Justo cuando divisó a lo lejos la débil luz que iluminaba la salida del callejón, la que daba a otra calle principal, sintió que la jalaban de su rubia melena. Su grito de dolor y sorpresa fue sellado por una enorme mano que le cubrió la boca, silenciándola. El desconocido que la había estado acechando desde hacía rato, tiró de ella y la lanzó al suelo, con su propio cuerpo encima para mantenerla sujeta. Andrea intentó zafarse de su agarre, pero era imposible, aquél enorme cuerpo la presionaba con fuerza y le sujetaba las manos con sólo una de las suyas, por encima de la cabeza. Suplicó que la dejara, le rogó que no la tocara, que era menor de edad, pero nada detuvo al sediento hombre, que tenía nublada la vista por la lujuria que lo poseía y no escuchó sus quejas y lamentos. -Si quieres que te deje con vida después de que acabe de saciarme con tu cuerpo, será mejor que te estés quietecita y no te resistas. Le amenazó con voz ronca, a la vez que le tocaba un seno con la otra mano libre. Aún así, ella intento liberarse, se debatió inútilmente, hasta que rendida y comprendiendo que no tenía escapatoria, dejó de forcejear. Sabía que si se resistía, acabaría más lastimada, lo mejor era cooperar y dejar que aquél cabrón terminara con ella lo antes posible y se marchara de una vez. Su agresor comenzó a besarle violentamente en los labios. El sabor amargo del alcohol le dio a entender a Andrea, que ese grandullón estaba borracho y posiblemente, drogado. La mano que estaba torturando su sensible pezón, abandonó el pecho para descender hacía abajo y levantarle la falda. El sonido de su sollozo y el que hacía la cremallera de la bragueta del hombre al ser bajada, era lo único que se escuchó en aquél siniestro callejón. Un dolor insoportable se apoderó de ella, cuando el violador le metió todo el miembro en su interior, de una sola estocada. -¡Joder!, ¡que gozada!, ¡me encantan las vírgenes!. Y tras esto, continuó enterrando sus caderas una y otra vez entre las piernas abiertas a la fuerza de la pobre Andrea. No paró de embestirla, de besarla y sobarle los pechos, hasta que el orgasmo se apoderó de él. Fue entonces cuando, entre jadeos y gemidos, y con la respiración entre cortada, se puso en pie y se separó de ella. -Ni una palabra de esto a la policía, ¿entendiste? -la amenazó señalándola con el dedo índice-, voy a averiguar ahora mismo donde vives y si me entero de que has abierto el pico, te mato. Se acomodó de nuevo el laxo y complacido pene dentro de lo pantalones y se giró para cogerle su bolso, que con el ataque, había caído al suelo. Lo abrió y dejo que todo el contenido del mismo cayera al suelo. Se agachó y comenzó a mirar entre todos aquellos artículos femeninos hasta dar con su monedero. El muy bastardo quería echarle un vistazo a su carnet de identidad para saber cuál era su dirección. Con demasiada confianza, el hombre le había dado la espalda, pensando que ella no era peligro alguno, ya que estaba toda desmadejada, tirada allí en el suelo. Pero aquél descuido le costó muy caro al hombre, por que Andrea había tomado entre sus temblorosas manos un trozo de cristal de alguna botella rota, que estaba en el suelo, cerca de ella. Con todo el valor y fuerza de la que fue capaz, se lanzó sobre él y se la clavó en la yugular. El cristal se hundió profundamente en la garganta, quebrándole la vena. De la boca del hombre comenzó a salir sangre, intentó decir algo, pero no se el entendía palabra alguna. Sin dudas, estaba maldiciendo o algo por el estilo. Instintivamente, se echo mano al cuello y se arrancó de cuajo la improvisada arma. Un mal movimiento. Ahora de la herida, salía sangre a borbotones, acelerando el desangrado. Su garganta hacía ruidos raros, sus ojos estaban en blanco y su piel, cada vez era más pálida. Finalmente, el hombre cayó de lado al suelo, laxo, sin vida. Y Andrea había sido su asesina.



***



Dean acababa de salir de la ducha y estaba comenzando a vestirse, cuando el avisador de almas errantes comenzó a pitar. Con un gruñido por la interrupción, se acercó al aparato y miró el lugar y la hora de la muerte del nuevo recluta. Se apresuró en terminar de vestirse, con sus ropas negras y de cuero y después de abotonarse las cordoneras de sus botas de motero, se tele transportó al lugar en cuestión. Su casa, la que utilizaba cuando no tenía ganas de estar allí abajo, en el infierno, estaba cerca de su lugar de destino, pero tele transportándose llegaría antes. Y también era más económico, aunque eso para él no era problema, siendo un demonio, podía tener todo lo que quisiera donde y cuando lo deseara. No tardó en llegar a su destino, se trataba de un callejón oscuro y solitario. A esas horas y entre semana, era raro ver a alguien callejear por ahí. Comenzó a andar con paso silencioso y seguro, hacía su objetivo. Existían dos grupos de demonios, los que se encargaban de corromper a las personas para que pecasen y se volvieran malvados; y los que se encargaban de recoger las almas de aquellos que habían sucumbido a los primeros. Dean pertenecía a este segundo grupo y su misión era hacerse con el alma del delincuente, asesino o lo que fuese en vida, para llevársela al infierno, el que sería su nuevo hogar. A lo lejos, vio tirado en el suelo, el cuerpo del delincuente que acababa de morir y que esperaba que alguien como él, se encargara de su corrompida alma. Al lado de este, había una jovencita sollozando, con las ropas desarregladas y sucias. Sus manos estaban manchadas de sangre. Se ocultó tras unos contenedores de basura y esperó que la sollozante mujer se fuera. Un simple vistazo a la escena le decía claramente lo que allí había pasado, no había que ser muy listo para darse cuenta de ello. Esa chiquilla tan linda, de cabellos rubios y brillantes como el oro, había sido violada y la que había dado por terminada la vida de su agresor. Ahora ella era otra condenada... una asesina. Dean lamentaba lo que le había ocurrido, pero él no podía hacer nada y el día que ella muriese, él o alguno de los suyos, tendría que ir a por su reciente corrompida alma. Una lástima sin dudas. *** Andrea estaba asustada, no sabía que hacer. Tenía miedo de decirle a sus padres lo que le había pasado, si contaba lo del ataque, acabarían sabiendo lo del asesinato y ella no quería ir a la cárcel. Así que decidió no decir nada, fingir que nada había pasado y olvidarlo todo. Recogió todas su pertenencias del suelo y las volvió a meter en el bolso. Se arregló las ropas y se cercioró de no dejar pista alguna de su presencia allí. Después cayó en la cuenta, que el hombre había llevado consigo una botella de whisky que aún estaba medio llena. Cuando la atacó, la había dejado apoyada en el suelo, junto a la pared. Entonces se le ocurrió una brillante idea. Se acercó al cuerpo de aquél mal nacido y rebuscó en los bolsillos. ¡Bingo!, había encontrado lo que buscaba. Sospechaba que aquél despreciable tendría algún mechero encima y así había sido. Destapó el tapón de la botella y lo roció con su contenido, empapando sus ropas. Acercó el mechero y le prendió fuego. Ahora, de esta manera, no dejaría prueba alguna de ADN o lo que fuera de ella, en él. Después de echar un último vistazo al lugar y comprobar que nadie la había visto actuar, echó a correr directa a su casa. Por el camino, paró junto a una fuente y se lavó las manos y la cara. Ahora su presencia parecía más normal, como si no hubiera pasado nada. Entró en su casa sin hacer ruido y de puntillas se fue a su habitación. Sus padres estaban ya acostados y sus hermanos también. Pero eso no la libraría de algún castigo, seguro que por la mañana, sus padres le iban a dar una charla muy larga. Se quitó las ropas y las puso para lavar en la cesta de la ropa sucia. Su mirada se clavó en la mancha seca de la mezcla de su sangre virginal y de semen, que tenía adherida en su muslo interno. Se fue corriendo al baño y se metió en la ducha. Lavó su mancillado cuerpo de cualquier rastro o huella que aquél violador hubiera podido dejarle en la piel, hasta que quedó completamente roja. Cansada y exhausta por aquella larguísima y endemoniada noche, calló rendida sobre la cama. El sueño no tardó en alcanzarla. *** Dean no daba crédito lo que sus ojos habían visto, aquella pequeña rubia había prendido fuego el cuerpo de su agresor. Sin dudas era muy lista y había reaccionada con inteligencia ante aquella comprometedora situación. Se acercó al cuerpo que se estaba consumiendo por aquellas intensas llamas y tocó la frente del hombre. El fuego no era problema para él, ni siquiera sentía el calor. Murmuró unas extrañas palabras en su idioma y acto seguido, una bruma espesa comenzó a salir del cadáver. En pocos segundos, esa neblina se comprimió dando la forma del espíritu del aquél difunto. -¡Pero que demonios! -exclamó el espectro, con una expresión en el rostro de sorpresa. Su mirada iba desde el hombre de negro que lo miraba fijamente, al cuerpo que ardía en el asfalto de aquella calle. Su expresión cambió de la sorpresa al horror, cuando se percató que era su propio cuerpo el que estaba allí tirado. -Pero... ¿Cómo es posible?. -¡Basta ya de tanta charla!, es hora de que vayas a tu nuevo hogar, al que ahora perteneces. Dean avanzó hacía él, con mirada seria y sin vacilar. -¿A donde me llevas?. Por su temblorosa voz, se notaba que estaba asustado y confuso. Dean le dedicó una de sus sonrisas malévolas a la vez que lo sujetaba firmemente de la muñeca. -Al infierno.



***



Andrea pasó el resto de la semana castigada sin salir de casa, sólo tenía permitido pisar el exterior, para ir directamente al instituto. No volvió a saber nada más de Tom, hasta que una mañana, en el patio del instituto, lo vio acompañado. Estaba sentado en un banco de madera y en su regazo había sentada una chica pelirroja que tonteaba y coqueteaba con él. Andrea sabía quién era ella, todos la conocían por que era la más popular del lugar. Era la más golfa de la clase, la "chica fácil" como muchos decían y ahora era la novia de Tom. Ella pasó al lado de ellos sin decir palabra alguna y desde entonces, se volvió más reservada y no salía al patio en las horas de recreo. Prefería quedarse en el aula, leyendo y poniéndose al día con sus estudios. Llevaba una temporada muy mala, apenas podía prestar atención en clase y los estudios cada vez los llevaba peor. Llegaron la época de exámenes y ella suspendió la mayoría de ellos. Cada vez que cerraba los ojos, se le venia en la mente la imagen de lo que le había ocurrido aquella trágica noche. Y así pasaron las semanas y con ellos los meses. Andrea se encontraba mal, descompuesta, con vómitos y cansancio. Todo le iba mal, no ayudaba en casa por que no estaba de ánimos y no se encontraba bien físicamente. En los estudios iba cada vez peor, cayendo en picado al suspenso del curso. Para colmo, se aislaba y pasaba de todo, de los castigos, de sus hermanos, de sus amigas, de todo. Sus padres estaban enfadados con ella y no comprendían que le estaba pasando. Creían que era una malcriada, desobediente y gandula. Hasta que lo que le estaba realmente pasando se hizo más que evidente. Su barriga no paraba de crecer. Andrea no sabía como ocultarlo y que hacer respecto a eso. Había comenzado a ponerse ropas anchas, para disimularlo, pero un día, en el que estaba en baño duchándose, su madre entró sin avisar. -Andrea, tengo una lavadora de ropa de color lista para poner, ¿tienes alguna prenda sucia para llevármela? -decía ella mientras abría la puerta y entraba al lugar. Cuando levantó la vista, con las manos llenas con la ropa que Andrea había dejado esparcida por el suelo, estas cayeron de nuevo al piso cuando la mujer la vio desnuda, en la tina, con esa prominente barriga. -¡Oh Dios!, ¡estas embarazada! -exclamó escandalizada-, pero... ¿como es posible?. -Mamá, yo... -comenzó a balbucear. -¡Calla niña!, ¿como has sido capaz? -no daba crédito a lo que veía, su niña que aún no tenía ni los diecisiete años estaba en cinta-, termina de ducharte, vístete y baja al salón sin demora alguna. Tú padre y yo tenemos mucho de lo que hablar contigo. Salió del baño dando un portazo y dejando olvidadas la ropa a las que fue a buscar. Andrea bajó las escaleras con la cabeza cabizbaja. Sus padres la estaban ya esperando con semblante serio en sus rostros. La insultaron, le dijeron de todo. Que estaban hartos de su inmadurez, de sus malas notas, de su desobediencia. De todo. -... y mientras estés en esta casa, ¡harás lo que se te diga!, ¡¿entendiste niña?! -gritó tu padre, exasperado. Andrea no aguantó más toda esa presión y en un arrebato infantil, dejó a sus padres con la palabra en la boca y se fue directa a su cuarto. Preparó un par de pequeñas maletas con sus cosas lo más rápido que pudo, metiendo todo lo más importante dentro del equipaje. Fue al dormitorio de sus padres y cogió todo el dinero que su madre guardaba escondido bajo el colchón y sin decir nada, salió por la puerta. -¡Andrea, Andrea!, ¿donde coño crees que vas?. Oyó gritar a sus padres, pero los ignoró y corrió todo los que sus piernas y su estado fueron capaces de permitirle. No sabía a donde iría, ni lo que sería de su vida, pero ya nada le importaba. Que el destino decidiera por ella.



***



TRES MESES DESPUÉS Comenzaba a sentirse muy mal, por alguna extraña razón le dolía en exceso en el bajo vientre. Un dolor que le recordaba a los que sufría cuando tenía la menstruación. "No es posible, todavía no es la hora", se dijo mientras avanzaba como podía entre la mugre que la rodeaba. Las cosas no le habían ido muy bien a Andrea, había estado viviendo en la calle, bajo un puente o en donde hubiera encontrado asilo. A veces mendigaba y ganaba lo justo para comer algo y otras veces se había tenido que rebajar a hacer mamadas a cambio de dinero. Pero nunca se volvió a costar con nadie, y tampoco era que a los hombres le apetecieran tener coito con ella en ese estado de embarazo. Llevaba horas buscando un lugar adecuado para pasar esa fría noche de Otoño, pero o bien estaban todos ocupados por otros vagabundos o no era el lugar adecuado. El cielo estaba nublado, ocultando a las estrellas y a la luna. Prometía lluvia o quizás, tormenta. Andrea siguió avanzando entre aquellas sucias y marginadas calles, donde la pobreza reinaba en cualquier lado que mirases. Estaba cansada, agotada y ese dolor no paraba de atosigarla. Tenía que encontrar un refugio y pronto. Giró en una de las calles, una más tranquila y menos transitada. Sus ojos se posaron en unos contenedores de basura que tenían encima varios cartones de cartón de tamaño grande. "¡Perfecto!, me servirán para hacerme un improvisado techo", pensó más animada. Tomó los grandes trozos de cartón, en los cuales se podían leer que lo que allí había estado empaquetado se trataba de algún frigorífico. Los puso bien puesto de tal manera, que quedaban apoyados en los contenedores y en la pared que había tras estos. Se arrodilló y a gatas se metió bajo la improvisada caseta de cartón que se había fabricado. Y los dolores se hicieron más intensos. Así pasaron las horas, la lluvia hacía rato que había comenzado a caer y cada vez apretaba más. A lo lejos se oía el crepitar de un rayo, la tormenta se estaba aproximando y no tardaría en arrasar el lugar. Su refugio no aguantaría mucho más tiempo y se seguía haciendo aire como ahora mismo comenzaba a soplar, seguro que todo se iría al garete y quedaría expuesta totalmente a la intemperie. Y ya no pudo aguantar más. Gritó de dolor cuando las contracciones se hicieron más fuertes, más seguidas. No sabía en que posición ponerse, estaba incómoda de cualquier postura en la que se ponía. Estaba sola y no sabía como iba a salir de esta. Y para colmo, acababa de romper aguas. Y al fin llegó. Su pequeño bebe comenzó a asomar la cabeza por su vagina. Ella empujó con todas sus fuerzas e intentó sujetarlo con sus temblorosas manos. Después de varios intentos y de mucho sufrimiento, logró sacarlo. Lo acunó contra su pecho y lo abrazó con cuidado. Las lágrimas aún recorrían por su cara, por un lado lloraba por el insoportable dolor que la desgarraba desde las entrañas y por otro lado, sollozaba de alegría. Era feliz por que al fin tenía a su bebe entre las manos. Miró hacía abajo y comprobó que se trataba de una niña. De una hermosa niña que también lloraba y estaba cubierta de sangre. Era muy pequeña, demasiado, tanto debido a que había nacido con un mes de adelanto, como por la falta de alimento que había padecido ella, su madre. Y otro dolor desgarrador la hizo contraerse, casi soltando de golpe a la pequeña que lloraba sin parar entre sus brazos. La acomodó al lado suyo, entre algunas ropas que de momento seguían secas y miró hacía abajo, hacía su sexo. Otra diminuta cabecita asomaba, queriendo recorrer la misma suerte que su hermana. ¡Iba a ser madre de dos niños!. Siguiendo los pasos anteriores, pero con menos energía, logró sacar al segundo de sus hijos. Esta vez se trataba de un varón. También se lo puso contra su pecho, acunándolo y dándole calor. Tomó a su hija que estaba a su lado y la puso también en su regazo. La lluvia seguía cayendo a raudales, el viento soplaba cada vez con mayor fuerza y los rayos eran los únicos que daban algo de luz a la noche. Sus pequeños, seguían llorando sin parar y ella estaba muy cansada. Se estaba desangrando lentamente y ya no le quedaban fuerzas. Andrea sabía que la muerte estaba cerca, sabía que tenía los minutos contados. Sólo rezaba por que alguien encontraran a sus pequeños todavía con vida y cuidaran de ellos. Y el sueño la alcanzó.



***



Dean acababa de recibir el aviso de que un individuo había fallecido debido a una sobredosis de cocaína. El muy bastardo era un camello, un drogata y un proxeneta. Llegó al lugar a la vez que su colega Elías. -¡Hola Dean!, ¡que casualidad! -le dijo sonriendo mientras le estrechaba la mano-, entonces... ¿te encargas tú de éste o lo hago yo?. Dean echó una mirada al hombre de mediana edad, que yacía en el mugriento suelo. -Lo que tú quieras, no pensaba regresar esta noche, pero si tengo que hacerlo, sabes que lo haré. Elías lo miró con mirada divertida. -La verdad es que tengo un asunto pendiente allí abajo y tenía que ir igualmente. Así que... en este caso me encargo yo del muerto. No era una pregunta, sino una confirmación. -Me harías un gran favor colega. Y después de estrecharse de nuevo las manos, Dean se largó de allí, dejando a esa alma errante a cargo de Elías. El demonio sabía cuál era el asunto que tenía su amigo pendiente allí abajo, sin dudas, esa noche habían recibido almas femeninas a las que enseñar su nueva obligación. Las cosas estaban así, todas las almas que eran recogidas y llevadas al infierno, servían posteriormente como esclavos sexuales de los demonios. Entre los de su especie, también habían mujeres y ahora ese desgraciado, sería el juguete de alguna de ellas. Decidió que aún era temprano para regresar de nuevo a su casa, así que decidió dar una vuelta por aquellas calles. Le encantaba la lluvia, adoraba la sensación del agua fría calando sus huesos. Le hacían sentir vivo. Anduvo un buen rato, hasta que un sonido le llamó la atención. Se trataba del llanto de un bebé y eso le extrañó. Según se fue acercando al lugar donde procedía aquél ruido, el olor a sangre le golpeó de lleno en sus fosas nasales. Alguien se estaba desangrando y por la cantidad que percibía en el aire, no tardaría en perder la vida. Vio unos cartones mojados, que amenazaban por doblarse y caer, apoyados en un contenedor de basura y en contra de la pared. Los apartó de un golpe y ante él apareció una bella mujer joven, de cabellos rubios y brillantes como el oro. Y él supo al instante que ya había visto a esa chica antes. La recordaba perfectamente. Y de ese encuentro hacía unos ocho meses atrás. Estaba con lo ojos cerrados, con la piel blanca como la nieve y contra su pecho acunaba dos pequeños bebes recién nacidos. Uno de ellos dormía y el otro lloraba a pleno pulmón. Había sido el que lo había alertado. Por un momento dudó en que hacer, hasta que se dijo que aquello no era asunto suyo y ya estaba apunto de girarse y marcharse, cuando oyó un débil murmullo. -Por favor -suplicaba la mujer que ahora lo miraba con ojos tristes-, llévese a mis niños y cuídelos. Dean la miró en silencio y no dijo ni hizo nada. -Se lo suplico, sálvales la vida. -Señora, no sabes lo que me estas pidiendo -le dijo él finalmente-, yo no soy el más adecuado para hacerme cargo de ellos. ¡Por todos los diablos!, ¡él era un demonio, no un niñero!. -Se lo suplicó -repitió de nuevo la agonizante mujer-, por favor, ellos no tienen la culpa de mi mala fortuna. Él dudó por un momento, pero luego volvió a negar con la cabeza. -Simplemente no puedo. Pero ella no se dio por vencida, como pudo y en su mal estado, se incorporó y se acercó a él. -Por favor, ¿no ves lo delicada que es?, necesita ayuda -le volvió a insistir, mientras le depositaba a la fuerza a la niña entre sus brazos. En el momento en el que se produjo el contacto entre sus manos y la recién nacida, una descarga eléctrica le recorrió el cuerpo, quemándole la piel. "No puede ser" se dijo incrédulo. "Esta mocosa no puede ser la elegida, no puede ser". Dean no daba crédito a lo acaba de descubrir, esa niña pequeña era su otra mitad, su alma gemela. La alma que lo completaría y lo haría feliz. Había oído hablar de eso, de demonios que hallaban a su otra mitad, a su elegida y que con ella alcanzaba la felicidad. Todos los demonios estaban malditos, condenados a un hambre por el sexo sin igual. Por eso usaban a las almas errantes para apaciguar esa lujuria, pero nunca era suficiente, nunca acababas satisfecho al cien por cien. Sólo tu otra mitad, conseguía hacerte gozar como nadie y completaba el vínculo. Y parecía ser que aquella pequeña criatura era la suya. -Te propongo un trato -le dijo mirándola fijamente, mientras le devolvía la niña. Ella lo miró con cansancio y con un pequeño atisbo de esperanza en los ojos. -Lo que sea, con tal de que salves a mis hijos. Él le propuso lo que había planeado y ella, sin pensárselo dos veces, aceptó el trato. Andrea acababa de hacer un pacto con el diablo...



***



DIEZ AÑOS DESPUÉS Andrea observaba por la ventana de la cocina, mientras fregaba los platos, cómo sus dos hijos jugaban en el pequeño jardín de su finca. Eran dos hermosos niños, sanos y fuertes, con una energías impresionantes, que muchas veces acaban agotándola. Sin poderlo remediar, sonrió, pensando en la feliz que ahora era y en lo mal que lo había pasado años atrás. Al fin tenía la vida que se merecía, una bella y enorme casa, dos preciosos hijos que la acompañaban día y noche; y no había vuelto a pasar hambre. Un escalofrío recorrió su cuerpo, enfriándole la nuca. Notaba una presencia extraña a su espaldas. Dean había regresado. -Dean -dijo sin darse la vuelta a mirarlo, mientras terminaba de aclarar el último de los platos del fregador. Su mirada seguía fija en los niños que jugaban ajenos a lo que pasaba dentro de la casa. -Andrea. Con un suspiro de resignación, se giró y miró aquél imponente hombre. Era sin dudas muy atractivo, un hombre apuesto, de esa belleza salvaje y atrayente. Se notaba que era letal, fuerte y sin dudas, peligroso. Sus melena larga y morena, le llegaba a la altura de los hombros y sus ojos negros eran tan profundos como unos pozos. Y no era humano. Eso lo había deducido años atrás. -Todavía es pronto. -Lo sé, sólo vine a ver que tal os van las cosas y si necesitabais algo más... -Estamos bien, gracias. -¿Cómo se llama?. Esa pregunta la pilló desprevenida. -¿Perdón?. -Ella -dijo haciendo un gesto con su cabeza, señalando a la niña que ahora corría tras su hermano, el cuál le había quitado su muñeca. -Dallane. -Bonito nombre, como ella. Reconocía que aquella pequeña se estaba poniendo más bella y preciosa que su propia madre. Había heredado el mismo color de pelo, pero los ojos eran azules, en vez de marrones, como Andrea. -Sí lo es. Por cierto, hablando de ella... -¿No te irás a echar ahora atrás, verdad?. Ella se apresuró a negar con la cabeza, estaba nerviosa y no sabía como decirle lo que tenía pensado decirle. -Sólo quería pedirte un poco más de tiempo... -¿Más tiempo? -dijo él incrédulo, mientras apoyaba la espalda en el marco de la puerta y cruzaba sus fuertes brazos sobre el pecho-, ¿Otros ocho años te parecen poco?. -No es eso, es que... -suspiró profundamente antes de continuar-, me gustaría que antes acabara con su carrera universitaria... -¿De cuantos años estamos hablando? -le preguntó, interrumpiéndola. -No sé, quizás unos tres años más, a lo sumo cuatro... Él la miró fijamente, haciéndola temblar de miedo. El hombre desprendía un aura de temerosidad, que la hacían temerlo y respetarlo al mismo tiempo. -Me lo pensaré, pero no prometo nada. Y sin más se fue, pero antes, volvió a mirar a través de la ventana y sus ojos se clavaron por un pequeño periodo de tiempo sobre aquella niña de trenzas doradas.



***



OCHO AÑOS DESPUÉS Dallane se abrió paso entre toda esa gente que se apiñaba en el centro de la pista de baile. Tenía que hacer malabares para no derramar el líquido de los cubatas que llevaba en las manos. Sus amigos la estaban esperando con una gran sonrisa en sus rostros. -Dallane, ya era hora de que regresase con nuestras bebidas -bromeó Lucas-, ¿por que tardaste tanto?. Ella le sonrió, con esa sonrisa tan linda que cautivaba a todo aquél que la miraba. -El camarero se había puesto algo pesado conmigo, me dio su número de teléfono y todo. Los demás rieron con el comentario. La verdad era que estaban acostumbrados a que ella ligara tanto, era una mujer bella, de más de casi un metro ochenta y un esbelto cuerpo curvilíneo. Todos tomaron sus bebidas y brindaron por ella. -Ésta va por ti, Dallane, para que cumplas muchos más. Después de hacer que los cristales de los vasos chocaran unos con otros, les dieron un largo trago y continuaron con el baile. Eso era lo que más le gustaba a Dallane, el baile. Adoraba bailar, se le iba la vida en ello. Su madre, quería que ella estudiara un carrera universitaria, de hecho, acababa de empezar a estudiar Empresariales. Pero ella realmente no quería eso, ella quería entrar en una academia de baile para aprender más técnicas y llegar a ser un día profesora o monitora de baile. Se dejó llevar por la música que en ese momento sonaba, dejando que la envolviera como una nube. Comenzó a mover las caderas al compás de la canción, de manera sensual, sexy y provocador. Así era ella, una mujer que emanaba sensualidad por los cuatro costados. Esa belleza se lo debía a su madre, que aún a sus treinta y cinco años, era una mujer muy atractiva. Pero por alguna extraña razón, nunca volvió a rehacer su vida con otro hombre. Y de su padre no sabía nada, Andrea sólo le había dicho que era un total desconocido, un hombre que conoció una noche y con el que tuvo una noche loca de pasión y nada más. Ni si quiera recordaba su nombre, al menos, eso le había dicho. Se concentró en lo que estaba haciendo y no le prestó más atención a esos recuerdos, que siempre la atormentaba cada vez que llegaba su cumpleaños.



***



Al final, Dean accedió a salir de marcha con sus colegas. La verdad era que hacía mucho tiempo que no iba a despejarse un poco y desconectar de su arduo trabajo. No se arrepentía de haber salido, pues nada más entrar en la discoteca, varias mujeres se le acercaron a los tres y coquetearon con ellos. Diez minutos después, estaba en el baño de hombres, con una mujerzuela de cabellos cobrizos y con una habilidosa boca. La hembra tragaba gran parte de su eje con avaricia, mientras su lengua lamia su glande una y otra vez. Sin dudas, esa mujer estaba muy experimentada en hacer mamadas. Después de follarle la boca y correrse en ella, Dean se apartó de la mujer y la ayudó a incorporarse. Se acomodó el pene dentro de sus pantalones de cuero y sin decir nada más, se marchó dejándola con la boca abierta y los ojos como platos. "¿Que se pensaba?, ¿Que me la iba a llevar conmigo por ahí o que iba a pasar toda la noche con ella?". Ya la había probado, ahora le tocaba a las demás probar un poquito de él. Dean tenía mucho que compartir. Su dos colegas estaban con dos morenazas, apoyados contra la barra del local y metiéndoles las lenguas, hasta el gaznate. Él sonrió al observar esa escena, esos demonios eran más insaciables que él. Y eso que acababan de subir del infierno, después de haber echado un par de polvos. En cambio él, no era de esos, no le gustaba mucho frecuentar esa zona, rara vez lo hacía. La mayoría de veces que bajaba allí abajo, era para entregar su pedido y con las mismas se regresaba al exterior. Pero hoy estaba cachondo y tenía ganas de juerga. Se acercó a ellos y pidió una cerveza. Estaba apoyado contra la barra, mirando todo lo que le rodeaba, en busca de la mujer adecuada que le calentase la cama esa noche, cuando sus ojos se posaron en una rubia despampanante. Aquella Diosa del amor, llevaba un vestido negro muy ajustado y diminuto, de eso que apenas cubrían el cuerpo y enseñaban más de lo que estaba permitido. "Así que, a ese bombón le va la marcha. Yo tengo mucha para dar y regalar", se dijo con una pícara sonrisa en el rostro, mientras dejaba su jarra de cerveza medio vacía en la barra y se acercaba a la mujer en cuestión. Una vez en la pista de baile, se puso detrás de ella y comenzó a bailar al mismo compás. De vez en cuando frotaba su erección sobre el trasero de la joven, en un baile erótico. Dallane notó la presencia de un hombre corpulento y muy guapo detrás suya, pero lo ignoró y continuó bailando sin parar. Podía notar la cercanía del mismo, que intencionadamente se restregaba contra ella, de una manera descarada. Si pensaba que iba a apartarse o a continuar con el juego, estaba equivocado. Así que continuó con su baile como si estuviera sola en la pista. Dallane estaba más que acostumbrada a que tipos como ese, la atosigaran y la acosaran. Pero ella, con su táctica "yo te ignoro, tú no existes", siempre conseguía que se aburriesen y acabasen marchándose y dejándola en paz. Después de unos intensos diez minutos, Dallane no estaba más cerca que antes de conseguir que aquél atractivo hombre la dejara tranquila. Dean estaba cansado de que aquella descarada mujer, lo ignorase y no le siguiera el rollo. No se apartaba de su lado, pero tampoco lo buscaba como cualquier otra mujer hubiera hecho ya. -Eh, nena -le dijo al oído, cuando se acercó más a ella desde atrás-, ¿que tal si salimos un rato a darnos un meneo?. Ella continuó con su baile y por encima del hombro le dijo. -No estoy interesada, gracias. -Vamos nena, seguro que nos lo pasaremos bien... La agarró por la cintura y la atrajo más hacía su duro cuerpo. Su aliento le calentaba la mejilla. -Te voy a hacer disfrutar como ningún hombre te lo a hecho antes... Esas cálidas palabras le calentaron la piel, provocándole un cosquilleo en el vientre. -Repito, no estoy interesada. Por mucho que le pesase y pudiera sentirse atraída por ese macho dominante, ella no quería un rollo de una noche y menos con un hombre mujeriego de esos que te usan y luego si te he visto, no me acuerdo. Dean la hizo rodar entre sus brazos y dejarla enfrente de él. Casi queda mudo cuando pudo ver más de cerca su bello rostro. Era la mujer más hermosa que hubiera conocido en su muy y más que larga existencia. Y por alguna extraña razón, le era vagamente familiar. -¿Estas segura nena? -la acercó más a su torso, aplastando los tiernos senos de la joven contra su musculoso pecho-, por que si no te tengo esta noche, ten por seguro que te tendré otro día... así que... ¿para que esperar entonces?. "¡Eso si que no!", se dijo Dallane cabreada, aparte de ser un pesado que no aceptaba un no como repuesta, encima era también un engreído, prepotente y chulo. Un cóctel que a ella no le gustaba para nada, por muy guapo, atractivo y sexy que fuese. -Mira tío, no te vuelvo a decir que... Y sus palabras quedaron enmudecidas cuando la boca de Dean atrapó la suya con un beso arrasador. La había pillado tan desprevenida, que se había quedado con la boca abierta dándole total acceso a su lengua, la cuál no tardó en reclamar la suya. Y justo en el momento en que ambas bocas se fundieron en una sola, una descarga eléctrica recorrió sus cuerpos, sorprendiéndoles a ambas. "¿Que había sido eso?" se preguntó confundida, cuando de repente el hombre la soltó abruptamente, como si ella quemase. Instintivamente, levantó la mano y con la palma abierta, le dio un guantazo por su atrevimiento. Cuando reaccionó y se dio cuenta de lo que acababa de hacer, se echo la mano a la boca para ahogar un grito de horror por lo que ahora podría pasar. Pero el hombre ni se inmutó, seguía parado en medio de la pista, observándola con una mirada penetrante y sin decir nada. Mientras tanto, Dean asimilaba lo ocurrido, ignorando la reacción de la joven tras el fortuito beso. "¡No pude ser!, esa ninfa tan hermosa no podía ser su elegida, ¡eso era imposible!". Dean no daba crédito a lo que acababa de sentir con esa mujer, era una sensación muy parecida a la que sintió dieciocho años atrás... o bien ella era su verdadera otra mitad y antes se había confundido o bien, se trataba de la misma persona. -Lo siento... -balbuceó a la vez que salía de la discoteca, dejando a sus colegas y a la mujer rubia con la boca abierta.



***



Esa noche, Dallane dio muchas vueltas en la cama, no entendía que había pasado exactamente con aquél hombre en la disco. Había estado un buen rato acosándola, exigiendo su atención y cuando al fin consigue robarle un beso, huye de ella como un perro asustado y con el rabo entre las piernas... "¿Que le había pasado?, acaso... ¿no le gustó su manera de besar?, ¿o es que también había notado ese escalofrío tan extraño?". No daba con las respuestas a sus múltiples preguntas, pero total, tampoco era que eso ya importase. Se obligó a olvidarlo y volvió a concentrarse en dormirse. Pero cuando estaba casi en los brazos de Morfeo, otra vez apareció en su mente la imagen de aquél desconocido mirándola fijamente. Dean estuvo toda la noche pensando en lo ocurrido esa noche con aquella belleza, y cada vez más estaba convencido de que se trataba de la misma persona. Sólo recrear en su mente su imagen sexy bailando de esa manera, le provocaba una nueva erección. Estaba indeciso, no sabía si bajar un momentito al infierno a desahogarse con la primera puta que se encontrase o en cambio, otorgarse placer así mismo. Parecía ser que su mano había decidido por él, por que cuando fue a darse cuenta, ya se la estaba machacando. Aún no tenía la certeza de que esa mujer fuera Dallane, pero aún así, fue su nombre el que gritó a los cuatro vientos cuando alcanzó el orgasmo. Eso no podía seguir así, al día siguiente pensaba ir de nuevo a hacerle una visita a su querida amiga Andrea y saldría de dudas. ¡Y que Dios se apiadara de Dallane!, por que si resultaba ser la misma mujer que lo había cautivado esa noche, pensaba llevársela ya mismo y no esperaría unos años más a que terminara la carrera... eso lo tenía claro. La necesitaba ya en su vida, tenía que hacerla suya lo antes posible... y él tenía muy poca paciencia. ¡Ya había esperado unos malditos dieciocho años!. A la mañana siguiente, Dean se presentó en la casa de Andrea a la hora del café. La mujer notó de nuevo su presencia y con un semblante que no reflejaba en absoluto felicidad por reencontrarse con él de nuevo, lo recibió en el salón. -No me digas que te has arrepentido y te vas a llevar ya a mi niña -murmuró con la voz congestionada, mientras intentaba retener las lágrimas que amenazaban por salir. -Aún no lo sé -le contestó él con su voz aterciopelada y masculina-, y recuerda que nunca te prometí que esperaría más de lo estipulado por ella. Ella sabía que aquellas palabras eran ciertas, pero siempre abrigó la esperanza de que obtendría más tiempo para disfrutar de su niña. -¿Dónde está ella ahora?. Dean dejó que su mirada se desplazara por toda la estancia en busca de la mujer, pero sus instintos y su agudizado oído le decían que sólo Andrea estaba en esa casa. -Salió a tomar café con sus amigas, imagino que no tardará en regresar. -¿Y el muchacho?. No había sabido que había sido de él, la última vez que lo había visto el niño sólo tenía diez años. -Se alistó en el ejército, si mal no recuerdo, ahora mismo está de maniobras. La verdad era que él podría tener constancia de todo los movimiento que hacía Andrea con la cuenta corriente que creó exclusivamente para ella, pero nunca había tenido interés en ello. Confiaba en esa mujer y sabía que no mal gastaría el dinero y que sabría emplearlo correctamente y de manera inteligente. -¿Necesitáis algo más?. Ella negó con la cabeza y fue entonces cuando cayó en la cuenta de un pequeño detalle. -Cuando decidas llevarte a mi niña... ¿dejarás de mantenernos?. A Dean le hizo gracia su pregunta, pero aún así no se demoró en responder. -Cuando me lleve a tu hija, será para hacerla mía y tú pasarás a ser mi suegra... ¿crees que siendo entonces un familiar mío, te iba a dejar tirada?. Ella le agradeció en silencio su generosidad. Continuaron conversando un rato más, hasta que la puerta principal de la entrada se abrió lentamente, dando paso a una radiante Dallane. La sonrisa que lucía Dallane al entrar en la casa, cayó en picado cuando sus ojos se posaron en aquel hombre de negro, que estaba sentado al lado de su madre. ¿Qué hacía el tipo de la discoteca allí, en su casa?. Debido a la impresión y a la sorpresa por aquella inesperada presencia, Dallane quedó enmudecida y paralizada. Él la miraba de una manera intensa, abrasadora, como si se la estuviera comiendo con la vista. Eso la hizo estremecerse y a la vez, le provocó una leve humedad entre las piernas. ¡¿Cómo podía estar reaccionando así, con sólo una mirada?!, Dallane tenía miedo de lo que llegaría su traicionero cuerpo a hacer, si él hiciera algo más que mirarla... Dean se levantó lentamente, de una manera intencionada, mientras sus ojos no dejaban de estudiar a la recién llegada. Sin dudas, no estaba equivocado, se trataba de la misma chica de anoche. Con una sonrisa triunfante en su masculino rostro, desvió por un segundo su mirada para clavarla en Andrea, que observaba la escena con gran interés y miedo a la vez. -Andrea, dile a tu hija que prepare hoy mismo las maletas, esta noche regresaré para llevármela. Su voz era calmada, sin un matiz que demostrase sus sentimientos o intenciones. Por que Dean tenía muchas cosas en mente para esa noche, que sin dudas, no sería solitaria. Andrea palideció notablemente, pero no le suplicó que le dejara a su hija por más tiempo, ni dijo nada, simplemente asintió con la cabeza, aceptando con resignación la nueva situación en la que todos se encontraban. Dallane seguía plantada al lado de la puerta principal, que aún seguía abierta de par en par, sin comprender que era lo que estaba pasando, ni lo que significaban las palabras de aquél visitante. Dean avanzó hacía la salida, con sus ojos nuevamente clavados en Dallane, ella también lo miraba fijamente, manteniéndole la mirada. Su pulso se aceleró, su corazón comenzó a bombear con más rapidez y sus piernas temblorosas, amenazaron con doblarse. Estaba muy nerviosa, por alguna razón ese desconocido le producía ese sentimiento, junto con otros más relacionados con el sexo. Sí, ella reconocía que el tipo la ponía caliente. Justo cuando Dean pasó al lado de ella, se detuvo en seco y se acercó a su oído. -Te dije que, tarde o temprano serías mía -y antes de que ella pudiera si quiera asimilar esas palabras, le volvió a susurrar- sólo era cuestión de tiempo. Y sin más, se giró dispuesto a salir de aquella casa, para dejar a ambas mujeres solas, pero antes, le dio una ligera palmadita en el prieto y firme trasero de Dallane. Ella gimió por la sorpresa y despertando de lo que parecía un trance, se giró dispuesta a explicarle un par de cosas a aquél atrevido, cuando comprobó que ya no había rastro alguno de él. "No es posible, ¿Cómo ha podido desaparecer así, sin más?", todo apuntaba a que el hombre se había esfumado como por arte de magia. Estaba sumida en sus pensamientos, intentando descifrar y entender todo el caos que había vivido en esos últimos minutos, cuando su madre carraspeó para llamar su atención. Había olvidado que su madre estaba allí también, en el salón, mirándola con melancolía en los ojos. No sabía por que, pero temía que esa tarde sólo acababa de empezar y que ahora le tocaba una larga charla con su madre... -¿Y bien? -le preguntó mientras se acercaba a ella. Su pelo rubio estaba algo alborotado por el viento y su cara aún lucía un ligero rubor por el acercamiento de Dean. Ahora miraba fijamente a los ojos de Andrea, con una ceja arqueada y con una expresión de interrogación en el rostro. -Será mejor que tomes asiento hija -le dijo mientras le daba una ligera palmadita sobre la piel del sofá, al lado suyo- tenemos mucho de que hablar...



***



Dallane no podía creerse todo lo que le había contado su madre, la historia de su triste vida parecía más una película de terror que la dura y cruda realidad. Sintió pena y lástima por toda la penosa vida que había tenido que soportar su madre, con tan corta edad. Ella no se veía capaz de pasar por lo mismo, seguro que no sería tan fuerte como Andrea. Y sobre Dean, no sabía que pensar sobre ese hombre tan extraño, que según su madre, no era ni humano. ¿Cómo consiguió reanimar a su madre y curarla de esa manera, tan rápida?, la pobre estaba al borde de la muerte y él con sólo tocarle la frente, le había devuelto las energías consumidas... cómo si no hubiera pasado nada... Y luego, la llevó a esa hermosa casa, junto con sus bebes y nunca permitió que le faltaran de nada... Si no llega a ser por él, quizás los tres estuvieran hoy en día, más que muertos. Pero todo tenía un precio y el coste a este gran favor era ella. Ahora tendría que entregarse en cuerpo y alma a ese total desconocido y separarse de su familia, de sus amigos, de todo lo que hasta ahora había conocido. Su vida. Ahora, le pertenecía a él. A Dean. Al menos ese era el nombre que su madre le había dicho que se llamaba... "¿Que eres Dean?", se preguntó con curiosidad. Seguro que esa noche, sabría la respuesta. Y allí estaba ella, plantada en medio de su cuarto, mirando toda la ropa que había sacado del armario y que había depositado sobre la colcha de la cama, mientras recordaba la conversación de su madre. Las maletas abiertas esperaban al lado de estas, listas para ser llenadas con sus pertenencias. Suspiró y sin perder más el tiempo, comenzó a empaquetar sus cosas. Faltaba poco para que anocheciera y en cualquier momento, Dean podrá venir a por ella.



***



Cuando Dallane bajaba cargada con su equipaje por las escaleras, vio a su madre hablando con un hombre de negro, que desde su posición, solo podía verle la ancha espalda. Se detuvo en el último escalón, esperando a ver de quién se trataba y cuando se giró, comprobó que no era quién pensaba que era. No era Dean. Pero se parecían mucho. Ambos eran altos, corpulentos, con los cabellos negros como la noche y su mirada era también penetrante, intimidadora. -¡Hola pequeña! -le dijo el hombre, mientras le sonreía con picardía-, así que... ¿tú eres Dallane?. Ella simplemente asintió, sin decir palabra alguna. -Soy Elías, un amigo de Dean -se acercó a ella y tomó en sus fuertes brazos sus dos maletas pesadas-, vengo a llevarte a su casa. -¿Y porqué no ha venido él?. No tenía intenciones de comenzar una conversación con ese desconocida que la ponía nerviosa, pero no pudo resistir el impulso de preguntar. -Digamos que él tenía unos asuntos pendientes que resolver... -Avanzó hacía la puerta principal, cargado con el equipaje y la abrió-, ya te explicará él luego si quiere, ¿vamos?. -Si no te importa, me gustaría antes despedirme de mi madre. -De acuerdo, te espero en el coche. No cerró la puerta al salir, ni dijo nada más, simplemente se fue derecho al auto negro que estaba estacionado en la cera de enfrente de su casa. Andrea se lanzó a los brazos de su hija, con los ojos llorosos y temblando. -Perdóname hija -le dijo mientras la tenía abrazada y le acariciaba su sedosa cabellera rubia-, todo es por mi culpa, si yo de un principio no me hubiera ido a la casa de Tom aquella noche, nada de esto hubiera pasado... -Shhh, no digas nada mamá. El destino quiso que así fueran las cosas, alguna buena razón habrá detrás de todo esto. Intentó calmarla, consolarla y hacerla desistir de su culpa. Andrea no era la causante de todo aquél embrollo, ella era otra víctima más. Después de varios intensos minutos, donde las dos permanecieron en silencio y en un apretado abrazo, Andrea rompió el contacto. -Será mejor que te vayas ya, ninguna de las dos queremos que esta gente se impaciente... Dallane se secó la humedad de su rostro con la manga de su camiseta y todavía hipando, le sonrió antes de despedirse. -Te quiero mamá. -Yo también hija, cuídate y sé feliz. Eso esperaba ella. No sabía que le reparaba el futuro a manos de Dean, pero algo dentro de ella, le decía que las cosas estarían bien. Esperaba tener razón. Entre abrazos y besos, las dos se separaron finalmente y después de despedirse por enésima vez, Dallane se subió al coche con Elías.



***



La gran mansión que se alzaba enfrente de ella, era realmente tenebrosa, como una casa encantada. Su fachada de piedra gris, le daba un toque sombrío y oscuro al lugar. La construcción era de dos plantas, con las ventanas y pórticos de madera ennegrecida. Aquél lugar daba miedo. Elías se bajó del coche y abrió le abrió la puerta. Mientras ella bajaba del vehículo y miraba aquél escalofriante lugar, el hombre sacó sus maletas del maletero y se dirigió a la puerta principal. Llamó fuertemente con los nudillos de la mano y esperó a que abriesen. Un hombre viejo, con el pelo canoso y que aparentaba tener más de cien años, apareció tras esta. Los dos intercambiaron un par de palabras, inaudibles para los oídos de Dallane y luego Elías le entregó al anciano las maletas y regresó al coche. Dallane aún no lograba entender cómo aquél pequeño abuelote era tan fuerte para cargar con aquellas dos rocas pesadas. -Mi misión aquí ya ha concluido -le dijo mientras se sentaba de nuevo delante del volante y arrancaba el motor del BMW 530d-, será mejor que entres en la casa, la noche es muy peligrosa. Y sin añadir nada más, se largó de su vista, haciendo derrapar los caros neumáticos sobre el asfalto. Dallane obligó a sus piernas a que se pusieran en marcha y fueran hacía aquella mansión, que la esperaba con la puerta abierta de par en par. Cuando asomó la cabeza por la puerta para mirar el interior, se encontró con que el hombre de edad no definida, había desaparecido. -¿Hola?. Su voz hizo eco en el lugar. Avanzó un poco más y de repente, la puerta se cerró sola tras de sí. Aquello era realmente terrorífico... Con los pelos de punta y con el corazón desbocado, se atrevió a avanzar un poco más y cuando fue a darse cuenta, estaba subiendo las empinadas escaleras. No escuchó ruido alguno, ni el de un televisor encendido, música o voces. Nada. Y el anciano seguía sin aparecer. Continuó avanzando, con pie de plomo. Los escalones crujían bajo sus zapatos y justo cuando estaba casi llegando a la parte de arriba, un ruido en la planta de abajo la asustó. Se giró lentamente y conteniendo su respiración, para ver que era lo que había producido ese ruido y cuando comprobó que sólo se trataba de un gato negro que cruzaba el recibidor de entrada, expulsó el aire más tranquila. Volvió a girarse para continuar con su inspección cuando casi se da de bruces con el anciano de antes. -¡Vaya, que susto!. -exclamó, recuperando su compostura. El hombre la miraba con un semblante serio y con una mirada carente de sentimiento alguno. Sus finos labios apretados firmemente y sus ropas de estilo antiguo, eran las típicas de un mayordomo. -Sígame por favor. Se dio la vuelta y avanzó por un largo y poco iluminado pasillo. En silencio, los dos avanzaron dejando tras de sí varías puertas que estaban cerradas. No había decoración alguna, ni cuadros, ni estatuas, nada. El anciano se detuvo delante de la última puerta del pasillo y sin abrirla, se giró para mirarla. -El señor me pidió que le preparase algo para comer y que te dijera que te lo comieras todo, mientras le prepararé el baño. Quiere que usted esté lista cuando regrese. Dallane escuchó atentamente y asintió a cada cosa que el hombre le decía. Comenzó a caminar para regresar por donde habían venido y cuando sólo había dado un par de pasos, se detuvo cómo si hubiera olvidado algo. -El señor también me dijo que se pusiera la prenda que tiene sobre la cama. Y sin más, se giró y continuó con su caminata. Sólo cuando el hombre había desaparecido de su vista, se atrevió a abrir la puerta. Una amplia habitación le dio la bienvenida, era de momento la única estancia que tenía algo de color. Las cortinas eran rojas, al igual que la colcha de la enorme cama que prácticamente llenaba el lugar. Sobre ésta, había un camisón blanco de encaje, sin bata o lencería alguna a la vista. ¿Realmente tenía que esperarle llevando sólo eso? Lo que más le llamó la atención era la bañera de patas y bronce que estaba en el centro de lugar. Le recordaba a las que había visto en las películas que trataban sobre castillos, condes y cosas así. Al lado de la bañera había una silla antigua, con la madera tallada, que sostenía una toalla blanca, una esponja y una botella que parecía ser jabón. Apartó la mirada y siguió estudiando el lugar con gran interés, quizás ese sería su dormitorio a partir de ahora. Junto a la cama, había dos mesillas de noche, al otro lado de la pared había una cómoda con un enorme espejo. Junto a la puerta en la que se encontraba había un enorme armario, que llegaba hasta el techo y era de cuatro hojas. Aquél lugar era realmente hermoso, a diferencia con el exterior que era frío y sombrío. Le consolaba saber que su nueva habitación desprendía un poco de calidez. Tendría que conformarse con eso. Vio en el suelo sus maletas y sin perder tiempo alguno, procedió a colocar sus pertenencias en el armario. Cuando abrió una de las puertas, descubrió que el mueble no estaba vacío, habían ropas masculinas colgadas en perchas de madera y otras prendas también de hombre, doblada en la leja de abajo. Aquello sólo podría significar que ese cuarto ya tenía amo. Ella tendría que compartir habitación con Dean. Con un hombre. Su dueño. En escalofrío le recorrió todo el contorno de su espalada con ese pensamiento. Pero no le quedaba otra, así que tomó sus propias prendas y las colocó en el lado que quedaba libre del armario. Estaba acabando de desempaquetar sus cosas, cuando llamaron a la puerta. Era el anciano de antes que le traía una bandeja repleta de todo tipo de alimentos, desde un plato con almondigas, hasta fruta tropicales. La puso sobre la mesilla de noche y antes de salir, le dijo que no cerrase la puerta que iba a prepararle el baño. Mientras ella deboraba aquella variedad de delicias, el hombre apareció en varias ocasiones cargado con cubos grandes y repletos con agua caliente. Cuando Dallane terminó de engullir el último trozo de piña, la bañera estaba ya llena y esperándo a ser usada. El hombre mayor, sin decir nada en todo momento, se retiró definitivamente cargado con la bandeja ya vacía y cerró la puerta tras de sí y justo cuando Dallane no podía verle, habló: -El señor no tardará en regresar. Y sin más, se largó solo dejándo el eco de sus zapatos rechinando en el suelo.



***



Dallane comenzó a desnudarse sin quitar la vista de la bañera y cuando finalmente se había desprendido de cada una de las prendas que vestía, se introdujo lentamente en el agua. Ésta a su vez la abrazaba, dandole la bienvenida. Lavó concenciudamente cada piel expuesta y su larga cabellera dorada. La esponja javonosa deslizandose por su desnudo y enrojecido cuerpo. Cuando ya creyó que era suficiente, dejó la esponja fuera, justo donde la había encontrado y se sumergió en las profundidades húmedas para aclararse el pelo. En el momento en el que salió de debajo del agua y se sentó de nuevo en la bañera, sus ojos se encontraron con los de Dean, que había regresado sin hacer el menor ruido y ahora estaba sentado a los pies de la cama, mirándola. Su primera reacción fue cubrirse el cuerpo con el agua, así que volvió a sumergirse hasta el cuello. -¿Sabes?, no es la primera vez que veo una mujer desnuda... -Pero a mí sí. -Y tampoco será la última vez que te vea así, créeme. Si lo que quería aquél hombre era ponerla nerviosa, realmente lo había logrado con creces. Dean no dijo nada más, ni tampoco salió del dormitorio. En vez de eso, se acomodó mejor apoyando su espalda contra el cabezal de forja de la enorme cama. Dallane en vista de que aquél intruso no tenía intenciones de marcharse y otorgarle privacidad, decidió terminar con el baño lo antes posible. Mientras ella aclaraba de nuevo su larga cabellera, Dean se encendió un cigarrillo y comenzó a fumárselo lentamente, dándole largas caladas y expulsando el humo sin prisas. Una vez finalizado el baño, Dallane estiró el brazo lo máximo que pudo y con mucho esfuerzo, logró alcanzar la toalla sin apenas salirse de la tina. Pero ahora venía la parte en la que debía ponerse en pie para poder secarse. Con la mayor rapidez que fue posible, se levantó y cubrió su desnudo cuerpo con la suave toalla blanca. La prenda era lo suficientemente grande para taparle los pechos y la parte inferior, justo a la altura de medio muslo. Podía sentir la intensa mirada del hombre que la observaba sin desviar la mirada ni un sólo segundo. Con movimientos torpes, Dallane se secó lo mejor que pudo y luego, todavía descalza, se acercó a la cama y tomó entre sus temblorosas mano el camisón que debía ponerse. Casi grita de horror cuando comprobó que la tela era casi prácticamente transparente y encima, no tendría nada puesto debajo... Le dio la espalda al hombre y con mucha maña, logró ponerse el camisón sin apenas mostrar algo. Luego tomó la toalla húmeda y comenzó a secarse el pelo con ella. A sus espaldas podía oír a Dean exhalar el humo, con pausas largas y continuas. Cuando ya no supo que más hacer, se giró para enfrentarlo. Ambas miradas se cruzaron y quedaron atrapadas una en la otra. Y esperó. Cuando Dean terminó de darle la última calada al cigarrillo, lo apagó en un cenicero de cristal que había sobre la mesita de noche y luego cruzó sus brazos sobre su pecho musculoso. -Desnúdate. -¡¿Que?! -no pudo evitar reaccionar así. -Ya lo has oído. -Pero... -No hay peros que valga. Me perteneces desde el mismo día que llegaste al mundo y ahora mismo voy a tomar lo que es mío. Aquellas duras palabras hicieron un efecto no esperado en ella. En vez de conseguir asustarla, que sintiera rechazo hacía él o algún sentimiento negativo, lo que sintió fue una oleada de excitación. Aquél hombre sabía lo que quería. Y ella era su principal objetivo. Y por alguna extraña razón, ella comenzaba a desear lo mismo. Sexo. ¿Por que siempre era el sexo lo que movía al mundo?. El sexo y el dinero formaban el corazón de la existencia misma y eso siempre fue así, desde que el hombre era hombre. Sin titubear más, comenzó a deslizar los tirantes del camisón por sus hombros, dejándolos expuestos para el disfrute de Dean. La tela resbaló deteniéndose por un breve segundo de tiempo sobre sus senos, antes de caer a sus pies y enredarse en sus tobillos. Cuando él comenzó a incorporarse, con intenciones de ir hacía ella, Dallane se dio cuenta que durante todo ese tiempo había estado conteniendo la respiración. Sabía lo que vendría a continuación y eso la estimulaba y la asustaba todo al mismo tiempo. En ese momento era un manojo de nervios y su lenta aproximación no ayudaba para nada. Cuando Dean se paró a escasos centímetros de ella, Dallane tembló. -No tengas miedo nena, te voy a hacer sentir de todo menos de eso. Tenlo por seguro. Dicho esto, Dean agachó la cabeza hasta la altura de los sonrojados labios de la mujer y con los suyos propios, los capturó en un apasionante beso. De nuevo los dos sintieron esa sensación tan extraña que los hacía estremecerse. -¿Has notado eso? -preguntó, aún con su boca muy cerca de la de ella. Ella asintió con un movimiento ligero de su cabeza. -Esa es la señal que indica que tú y yo estamos predeterminados a estar juntos por toda la eternidad. Dallane lo miró desconcertada, sin comprender lo que él había querido decir con ese comentario. -Eres mi alma gemela y yo soy la tuya... Volvió a besarla y esta vez, su lengua se hizo paso en su cavidad húmeda y reclamó la atención de la otra. Dallane no lo defraudó y entrelazó la suya con la de él, que era experta y exigente. Una masculina mano vagó por su hombro, deslizándose por uno de sus pechos hasta alcanzar la cima coronada con aquél pezón erguido y enrojecido. Jugó con él, lo torturó, pellizcó y cuando ella jadeó y comenzó a arquease hacía él, Dean decidió cambiar de táctica. Soltó el pecho satisfecho y dolorido y se atrevió a ir más abajo, hacía aquella zona femenina tan codiciada. Las yemas de sus dedos rozaron el bello púbico de la joven, su dedo índice dibujó la forma de la raja de su hendidura y luego, sin previo aviso, lo introdujo en su prieto canal. Dallane gimió ante tal intromisión, pero no puso resistencia alguna. Todas sus barreras habían caído en el mismo momento en el que Dean la había besado por primera vez. Y aquella íntima caricia se sentía tremendamente caliente y deliciosa. -Dime Dallane... -susurró Dean, con la voz ronca y áspera por la excitación- ¿Alguna vez ha estado un hombre dentro de ti?. Ella sintió vergüenza ante tal pregunta, pero accedió a responder. -Sólo una vez, hace ya casi un año. Aquella confesión pareció molestar al hombre, que había reaccionado poniéndose tenso por un momento, pero luego dejó que sus músculos volviesen a relajarse. Y todavía tenía el dedo dentro de ella. La sóla idea de que otro hombre había gozado de ella, de su propiedad, lo hacía enfurecerse, pero no era sensato enfadarse ahora; eso no cambiarían las cosas. Volvió a devorarle la boca, esta vez con un beso más salvaje, mientras comenzaba a mover el dedo con profundas embestidas. Su tremenda erección presionaba contra un lado de la cadera de la muchacha y ya desesperado, comenzó a restregarse contra ella. Estaba que se salía, necesitaba hacerla suya ya. Antes de que Dallane supiera lo que pasaba a su alrededor, Dean la tenía tomada en brazos y la llevaba a la cama. Sin retirar la colcha ni nada, la dejo tumbada sobre ella y con un chasquido de sus dedos, las ropas que llevaba puesta desapareció de su cuerpo. Dallane jadeó sorprendida por aquella demostración de magia o poder, lo que fuera era extraño y ella temía a lo desconocido. -Dean, antes de continuar... ¿Puedes decirme qué eres?. -¿De verdad necesitas saberlo?. -Sí, si puede ser... -¿Si supieras que estas a punto de yacer con un Demonio, te asustarías?. Dejó que su cuerpo cubriera el de ella, mientras esperaba una respuesta. Apoyó sus antebrazos a cada lado para que soportaran la mayor parte de su peso y así no lastimarla o aplastarla. Él era realmente un gran espécimen. -No sé si es miedo lo que siento, pero sí estoy sorprendida. Mientras ella le respondía, Dean había conseguido separarle las piernas con una de las suyas. -Pues deja que te haga sentir otra cosa mucho mejor. Y antes de poder asimilar esas palabras, Dean entró en ella con una sola estocada. Aquello se sentía tan bien... tan endemoniadamente bien... La suavidad y la calidez de su interior lo envolvía, otorgándole un placer inimaginable. Lo que decían los rumores era cierto, hacer el amor con tu media naranja era lo mejor y lo más increíble. Dallane lo recibió gustosamente, le gustaba sentirse llena por aquella enorme virilidad. Al principio, cuando apareció aquél grueso miembro tras haber desaparecido las ropas, pensó que era demasiado grande para ella. Pero afortunadamente, estaba equivocada. Dean comenzó a bombear dentro de ella, sin pausas y sin prisas. Con cada embiste, los dos jadeaban sin contenerse y llenaban la estancia con el sabroso sonido del sexo. -Nena, la próxima vez juro hacerte mía de una manera más lenta, pero hoy me es imposible contenerme -su voz era tan ronca que parecía inhumana, justo lo que era-, te he estado esperando demasiado tiempo y ahora no hay quién me detenga. Y para enfatizar sus palabras y darle más veracidad, empujó más fuerte y con más rudeza. Sus instintos primitivos lo habían consumido y no podía detenerse. Gozó de ella una y otra vez, penetrándola con avaricia, acariciando su clítoris con una mano y con la otra torturando uno de los hermosos y turgente pezones. Los dos alcanzaron finalmente el orgasmo con un grito gutural que hicieron que hasta las paredes se estremecieran. Sudorosos y agotados tras más de media hora de intenso y salvaje sexo, los dos se apoyaron contra el cabezal de la cama, intentando controlar sus respiraciones entrecortadas. -Eso fue maravilloso -aclaró Dallane, entre jadeos mientras luchaba por un poquito de oxígeno. -Y sólo acaba de empezar... FIN


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Ahí esta el primer relato, ha estado increible a pesar de los hechos que condenaron la vida de la joven. Me ha gustado mucho Dulce. Es cautivador.


Suerte! No se olviden de comentar, este maravilloso relato merece muchos comentarios :D


Susan.

2 comentarios:

D. C. López dijo...

Gracias hermosa x publicar mi relato!!!, realmente t gustó?. Espero k si, jejeje.

X cierto, así keda el relato como muy comprimido, sin espacios ni nada, puede k se haga pesado el leerlo asi... k tal si mejor copias el relato k lo tengo en mi blog y lo pegas tal como sale?.

Es k me imagino k cuando t lo envié al abrirlo con otro programa sale así de amontonado...

Aki t dejo el link y ya decides k hacer:

http://elclubdelasescritoras.blogspot.com/2011/03/mis-relatos-yo-mini-historias.html

Gracias!!!

Muak!!!

Blueberry (Susan Valecillo) dijo...

Claro!!! ya arreglo eso! es que, el blog me los coloca así cuando publico /: y claro que me gusto!